martes, 5 de mayo de 2009

RECORDAR ES VIVIR...



SEGUNDA PARTE

NUESTROS HÉROES DE LA SELVA
Tambien decía la crónica que si Harold Foster y Burne Hogarth inmortalizaron en revistas de historietas la saga de Lord Greystoke, alias Tarzán, narrada en las novelas de Edgar Rice Burroughs, la editorial Zig Zag de Chile decidió crear sus propios héroes de la selva, y que el guionista José Zamorano y los dibujantes Samuel Gana y Mario Igor, le dieron vida a Mizomba, el Intocable, un británico que cuando era bebé naufragó con sus padres en las costas del África Ecuatorial y fue criado por la tribu de los Walkis, quienes lo creían el enviado de Klitán, Señor de la Montaña de Fuego.
A pesar de vivir sus aventuras en tierras africanas, los muchachos siempre sentimos a Mizomba como un héroe cercano, y casi todos nos sabíamos los nombres de los animales que lo ayudaban, como el león Numba, el gorila Volgan, la chimpancé Chilka, la serpiente Iska y el leopardo Likan, nombres nada originales por cierto.
Creo que la imaginación de sus autores llegó a límites extravagantes, como la explicación del origen de su nombre, una degeneración de las últimas palabras de su madre inglesa, pidiéndole al guerrero Mukala que cuidara a su bebé, a “my son baby”, Mizomba, palabras homófonas que sirvieron para bautizar al heroe.
Tambien me enteré de lo leido, que los guionistas Juan Bley y Juan Marino, y el dibujante Juan Francisco Jara, fueron quienes nos regalaron a Mawa, sacerdotisa de la Silla del Diablo en la selva del Matto Grosso, en el Amazonas, una mujer de raza blanca que fue criada por el hechicero Lolotó, y que al parecer provenía de tierras asiáticas, pues al crecer recibió un kriss, puñal malayo en cuyo mango estaban las fotos aparentemente de sus padres.
Recuerdo que siempre la acompañaban como fieles mascotas los jaguares sagrados Usha y Shak, que la ayudaban en sus luchas contra los indios jíbaros belicosos, contra árabes que vivian secretamente en una ciudad oculta en Sudamérica, contra extraterrestres, contra mutantes, contra un gorila gigante a lo King Kong, y para acabar de rematar, contra el Doctor Diávolo, el malo mayor.
Mawa era "terriblememte" hermosa, ( creo que fué uno de mis primeros amores platónicos) voluptuosa, y para mi mala fortuna, estaba enamorada de un mancito llamado Víctor Nagaland, pero yo siempre sospeché que los guerreros Oketé y Kafunga la deseaban intensamente ( mas que yo) y le tenían puesto el ojo.
Agrega la crónica que Armando Couto también aportó su cuota heroica con la creación de Arandú, el Príncipe de la Selva, un príncipe muy suramericano que luchaba contra un tío maligno que lo quería destronar.
Nunca he podido explicarme por qué Arandú, a pesar de ser valiente y noble, no consiguió novia y se la pasaba todo el tiempo con su amigo el negro gigante Taolamba. (?)
UN HÉROE POCO COMÚN DEL LITORAL
La historieta que más me gustaba en aquella época, y me sigue gustando todavía, por su aire irónico , era Chanoc, (tambien me identificaba con el en mi adolescencia) creada por Martín de Lucenay con el título de Aventuras de Mar y Selva y dibujada por Ángel Mora.
Chanoc vivía en un pueblo del litoral Pacífico mexicano llamado Ixtac y andaba con su padrino de avanzada edad llamado Tsekub, (de este personaje derivo mi nick cuando entro a los chats ) que tenia un poblado bigote canoso, (jejeje, asi esta el mio ahora) y se la pasaba fumando una pipa maloliente y tomando en la cantina un trago fuerte llamado "Cañabar".
En las vecindades del pueblo de pescadores vivían unas tribus de trogloditas caníbales que acostumbraban jugar al fútbol con un coco por balón, después de una macabra apuesta: los ganadores se comían (literalmente) a los perdedores.
Chanoc tuvo que enfrentarse a tarántulas asesinas, a un monstruoso tigre, a un vampiro, a extraterrestres y en los últimos tiempos a terroristas de izquierda. Como buen mexicano, era machista y sufría enormemente por Marley, la mujer que amaba.
Otros personajes eran “Pata Larga”, un pescador que perdió una pierna cuando traía un contrabando; Sobuca, un negro también pescador; un negrito adolescente llamado “Merecumbé Ruz” y los trogloditas caníbales Puk y Suk, empeñados en degustar al viejo Tsekub a la parrilla.


EL MUCHACHO MÁS NECIO
A casi todos mis amigos y amigas les gustaba “La pequeña Lulú”, porque se identificaban con Tobi, Memo, Fito, Anita, Gloria, Pepe o los temibles Chicos del Oeste, pero había un pequeño grupo de muchachos fanáticos del negrito “Memín Pingüín”, que sentíamos más cercanos a sus personajes Memín, Carlos, Ernesto y Ricardo.
El personaje original de Yolanda Vargas Dulce, segun cuenta el periodico, y dibujado por Alberto Cabrera, contaba las aventuras de muchachos de clase baja en su vecindario, al estilo Chavo del 8, en una revista semanal a todo color.
Me impresionaba sobre todo, que la madre de Memín, una negra gorda y malgeniada, se empeñaba en llevar al pequeño por el buen camino y entre sus métodos de castigo estaba una regla gruesa con un clavo en la punta, que descargaba sin piedad sobre las nalgas del travieso negrito.
Los amigos de Memín eran de buen corazón, nobles y solidarios, especialmente Carlos, y toleraban con generosidad todas sus embarradas.


NO VOLVERÁN ESOS TIEMPOS
La televisión y la Internet han borrado tiempos idos y viejas costumbres, entre ellas la de las historietas cómicas al estilo latinoamericano, que como el cine mexicano, estaban en la entraña de nuestra cultura hace más de 40 años.
Cuando miro los personajes andróginos de los comics japoneses actuales, y sus aventuras en sitios inverosímiles con sofisticadas armas lanzadoras de rayos de colores y extraños bandidos espaciales, es mayor la nostalgia por los cuentecitos, paquitos, historietas o comics que todas las tardes leíamos en el Parque Fernández de Madrid, alquilados en la biblioteca ambulante del negro Choco.
La verdad, aún no la he podido olvidar y daría muchas cosas por volver a encontrarme con Mawa. Bye. J.D.P